Lydia Sainz-Maza

Tómeselo con Calma

Lydia Sainz-Maza


Una de babosos

25/02/2025

Lo de Errejón, Monedero y Rubiales es muy lamentable. Habrá quien opine (ya les digo que muchos y muchas) que lo de los dos primeros no es comparable con lo del tercero. Y siendo cierto que los personajes y sus circunstancias tienen poco que ver, no nos engañemos. Estamos ante el mismo perro con distinto collar, y en el fondo, un problema común, tan grave, tan extendido y tan viejo que, simplemente, debería asustarnos. ¡Cuántos ejemplos podría contar de esos babosos que se sobrepasan con las mujeres! El ámbito laboral, sin ser el único obviamente, es uno de los escenarios perfectos para quienes no saben ponerse límites. Esos que desde su posición de supuesta superioridad nos hacen sentir incómodas y vulnerables, y también temerosas de las consecuencias que pueda tener un «¿pero de qué vas?» a tiempo y en voz alta.

Cuando para saludarte después de unas vacaciones o en tu cumpleaños, te arriman más de la cuenta contra ellos, cuando te acarician el pelo mientras tecleas en tu puesto, cuando acabada la jornada, te envían mensajes para decirte lo guapa que te han encontrado con ese vestido o aquella falda, cuando ni siquiera trabajan en tu departamento pero se hacen con tu correo electrónico para hacerte llegar mails excesivamente cariñosos, o cuando te intentan plantar un piquito en la cena de empresa con la eterna disculpa de las copas de más. En esas seguimos en el siglo XXI. Denunciarlo en el momento es arriesgarse a la duda, al «no es para tanto», al señalamiento o al «la puerta está abierta si no te ves capaz de seguir aquí». Y cuanto más nivel tiene el baboso, más riesgo de problemas para la víctima. Por eso no deberíamos cuestionar las denuncias tardías, porque seguramente solo quien ha sufrido a un acosador, o a un agresor sexual llegado el caso, sabe lo que se siente y lo que cuesta dar un paso al frente, a sabiendas de que eso puede suponer convertirse en la desagradable comidilla, cuando no exponerse a un doloroso escarnio público.

Y para concluir, quienes estén leyendo esta columna y encuentren una memez lo descrito, de verdad, háganselo mirar, porque a lo mejor hay algo de baba dentro de ustedes y ni siquiera lo saben. Es lo más frecuente, el que se sobrepasa nunca ve que se está sobrepasando, pero eso no le exime de responsabilidad. Ni a él ni a quienes le disculpan, tapan o protegen.